SANFERMINES A LOS 40

05.07.2023 21:00
 
            “La vida son dos días”, “El tiempo pasa volando”, “Parece que fue ayer”, y otras célebres citas, nos recuerdan a menudo la fugacidad del tiempo. Los pamplonicas de bien, al finalizar cada año –o sea, el 5 de Julio– y hacer balance del mismo, sentimos abrumados esa fugacidad al comprobar la veracidad de dichas citas.
 
            Después de vivir 40 Sanfermines, echas la vista atrás, y te ves de pronto frente a tu madre, mientras ésta, arrodillada, te coloca la faja ancha y plana sobre el pantalón, con un gran nudo asegurado con un imperdible –qué poco estilo tenemos ahora, pasando la faja por las trabillas–. O corriendo delante de un kiliki, montado en los Caballitos, jugándote el pellejo frente al torico de fuego de la mano de tu padre, o saltando impotente intentando coger el cordel de un globo de helio que se te acaba de escapar en un descuido. Luego estás en los autos de choque, “para los más pequeñitos de la casa”, y viendo los Fuegos en la Vuelta del Castillo, con la chaquetica ya puesta –el cierzo sanferminero no perdona, ni ahora, ni en los 80–, como último evento antes de ir a casa fundido.
 
            Pestañeas. Y ya te has plantado en esa edad difícil, en la que eres demasiado mayor para correr delante de los kilikis y el torico de fuego, pero demasiado joven para salir por ahí con tus amigos, y en la que lo único que te entusiasma es ir a las Barracas –ya no son los Caballitos– y montarte en el Saltamontes, el Revolution o la montaña rusa.
 
           Suena el despertador y ya es día 6. Rodeas tus caderas con la faja, metiéndola por las trabillas del pantalón, le haces dos nudos, anudas el pañuelo en tu muñeca y, tras tragar saliva, dices esas dos frases en las que se basan parte de tus Sanfermines: “¿Me dais la paga?” y “¿Hasta qué hora me dejáis?”. Ese día, y pase lo que pase, verás el Chupinazo en la plaza Consistorial, porque el sufrimiento es pasajero, pero la gloria es eterna. El resto de días, apenas ves la luz del sol, y los Fuegos ya no son el último evento del día, sino el primero de la noche. Empiezas a salir, a beber, a bailar, a conocer y a besarte con chicas. Con los años, vas viendo más la luz del sol al alba que durante todo el resto del día, y lo que empezó siendo kalimotxo, va pasando a cubatas y chupitos.
 
            Ya estás otra vez de blanco. Este año te ha tocado turno de barra en la peña el Sábado a la noche. Como cada año, has cogido abono para los toros y la luz diurna de las tardes ya no es ajena en tus Sanfermines. Algún año, te toca trabajar, pero son sin duda, unos años maravillosos, donde se sale de tarde, se sale de noche, se bebe pero también se come. Vienen tus amigos del pueblo, o los amigos de Barcelona que estudiaron con uno de tu cuadrilla, o esos amigos de varios sitios de Europa que hizo otro en su Erasmus.
 
            Tú ya te has vestido, pero ahora la estás vistiendo a ella, que tiene unos meses y aún no se entera de la fiesta –y nunca mejor dicho–, pero no importa, porque tú ya le has comprado unas alpargatas y un pañuelico con su nombre bordado. Esos años son distintos, pero igualmente bonitos, porque las ves crecer subidas a tus hombros en los Gigantes, o cogiéndote la mano y saltando cuando suena una txaranga, y las ves girar en los Caballitos, porque quieres que disfruten como siempre lo ha hecho su padre, a la vez que vuelves a salir con los tuyos a diario, como cuando tenías la edad de tus retoñas. Y aún así, hay días para todo, y cuando se puede, sigues demostrando a las tardes y noches que tienes cuerda para rato, y que el que tuvo, retuvo.
 
            Ya te has despertado mucho antes que ellas, y con la misma ilusión que en todos los años anteriores, te vas enfundando el atuendo sanferminero. Ellas ya hace años que se ponen la gloriosa indumentaria por sí solas, y en otro abrir y cerrar de ojos, te pedirán la paga y te preguntarán por el toque de queda.
 
           Así que de momento, es casi una obligación saborear cada Sanfermines, de la misma forma en que lo has hecho todos los años anteriores, saliendo, bailando, bebiendo, comiendo, corriendo delante de un kiliki, riendo, llorando, con tus hijas, con tus padres, con amigos, con amigas… Y así seguramente harás los próximos 40 años, porque eso es lo que hace a nuestras fiestas únicas: que uno vuelve a la infancia, suelta por nueve días sus preocupaciones, y vuelve a tener esa capacidad de asombro, espontaneidad y disfrute que vamos perdiendo con los años. Sin duda, los Sanfermines es viajar a Nunca Jamás, donde el tiempo se detiene, donde siempre se es niño, donde simplemente se vive el momento, y donde la vida no se escapa irremediablemente, como aquel globo de helio bajo el que saltaste sin éxito cuando tenías cinco años…
 
¡¡¡VIVA SAN FERMÍN!!!
GORA SAN FERMÍN!!!
¡¡¡YA FALTA MENOS!!!

            Charly Azanza