SENSACIONES SANFERMINERAS

04.10.2013 17:38

 

       

            Se acerca el día1 y a su vez te abordan esas sensaciones que pese a ser las mismas año tras año, no dejan de repetirse.
            Se repite el nerviosismo de estos días previos causado por las prisas de los recados de última hora –“Tengo que comprar pantalones que los de hace dos años ya no me entran”–y las conversaciones con viejos conocidos que te encuentras por las calles del Casco Antiguo: “–¿Y tú qué plan?”, preguntas tras explicarle tu programa de fiestas particular –el de todos los años, sin ir más lejos–, “–Yo bien, estoy el 6 y el 7 aquí y luego me voy a Tailandia y a las Maldivas quince días”… y tras despedirte piensas que ese tío está loco, que en qué cabeza cabe irse a un auténtico paraíso terrenal con todos los lujos habidos y por haber, teniendo la opción de quedarte aquí a beber cubatas a seis euros en vaso de plástico, degustar exquisitos platos de alta cocina, Huevos-Txistorra-Lomo-Patatas, y pasear por tu amada Pamplona perfumada con sus mejores aromas, tan característicos en estas fechas… “Definitivamente, la gente está loca, más vale que quedamos algunos cuerdos en la ciudad”, vas pensando mientras dicho nerviosismo sigue bullendo al ver las barracas, los tablados del encierro y demás enseres de la fiesta ya presentes por las calles desde hace semanas…
            Llegada la noche anterior, preparas la camiseta, el pantalón, el pañuelico, la faja y ese par de zapatillas que en su día compraste para fardar siendo el más chulo y elegante del lugar y a las que ahora vas a dar sus últimos nueve días de uso. Tras hacer todo esto con la misma ilusión que cuando dejabas tus zapatos de niño la noche de Reyes, te metes en la cama y pones el despertador a las ocho pensando lo mismo que todos los años “No sé para qué me pongo el despertador si para las seis voy a estar despierto…”.
            Y dicho y hecho, para las seis ya estás despierto y totalmente desvelado y, por más que lo intentes ya no te vas a dormir… Una vez en la calle, se te pone un año más ese nudo en el estómago mientras piensas que no puede ser que haya pasado ya un año desde la última vez que salías de casa blanco impoluto con el pañuelo en la muñeca. 
            Degustas el plato de alta cocina antes mencionado y entras a la Plaza Consistorial, “abarrotáa”, como decía el Dúo Sacapuntas, para sufrir un calvario hasta el momento en que una mar de pañuelos rojos se alza sobre tu cabeza dejando algunos huecos a través de los cuales, sigues la estela del chupinazo para verlo explotar majestuoso, y con él la fiesta, el júbilo, la euforia desmedida
            Y a partir de ahí todo es caos… y más cuando entras a los bares y escuchas y bailas entusiasmado esas viejas canciones de hace veinte años o más que ya tienen el honroso distintivo de Típicas del día 6, a la vez que cantas a grito pelao su estribillo: “¡¡Vaya, vaya, aquí no hay playa!!”, “¡¡Lega-legalización!!, cannabis de calidá y barato”, “¡¡Y-lari-lari-lé!!¡¡Oh-oh-oh!!”, “Comerranas, piró-po-piró-po-piró-po”… Entre canción y canción, cubata y cubata –sea bebido o derramado– vas fundiéndote en abrazos con amigos y conocidos que te vas encontrando ­incluido el pirao este de las Maldivas y otros tantos locos de “a Cambrils”, “a Ibiza” o “al pueblo”… los ejemplares de esta última especie ya no es que estén locos, sino que son gente muy pero que muy peligrosa. Al cabo de unas horas, incluso acabas dándote abrazos con algún desconocido.
            Y así llega el día del Patrón, y vas a honrarlo como merece a la Plaza del Consejo, donde le cantan la jota en la procesión y la emoción te embarga a la vez que la incredulidad de verte con la carne de gallina por haber escuchado una jota a un Santo aunque tal vez toda esta emoción emerja de que acabas de ver tu vida en peligro cuando a una señora de setenta y cuatro años le ha dado la impresión de que le querías quitar el sitio.
            Y a la tarde, sacas fuerzas de flaqueza y armas a tu estómago de valor mientras piensas “Joder, y eso que sólo es día 7” – para ir a los toros y sentir un escalofrío cuando salen los caballos al ruedo y todo Sol canta con las manos en alto, al unísono, la canción de Eurovisión y no me refiero a la del Chiki-Chiki ni a la de Europe’s living a celebration…­–. Pero cierto es, que ese escalofrío puede haber sido causado por tus primeros tragos al cubata después de un intenso día 6.
            Luego llegan las noches, con sus canciones del verano, con su Bisbal, su Shakira, su Paulina, su King África y con la revelación estival del año para, después de varios cubatas, a mitad de la noche, sentirte hambriento y saber que necesitas comerte un bocadillo en ese preciso instante o morirás en menos de un cuarto de hora. Por suerte, para esto las calles de lo viejo están repletas de chiringuitos improvisados en los que te hacen un bocata en menos de tres minutos a la vez que piensas a ver desde cuándo en ese bajo de la Calle San Gregorio, Estafeta, San Nicolás o Jarauta hacen bocatas…. ¡¡qué curioso!!, con la de veces que pasas por ahí durante el año y no haberte fijado nunca…  
            Y así se van pasando los días, quemando neuronas, dinero, y ganando kilos hasta que llega el 14. Y en éste, entre la emotiva despedida de la plaza de toros y el Pobre de mí, comienzas a sentirte por un lado aliviado, porque por fin vas a dejar de beber y vas a poder dormir un mínimo de horas al día y por otro lado, abatido, porque sin darte cuenta ha llegado ese día en el que no quieres pensar que existe, pero que sabes que llega en un plis plas y entonces, sólo te queda pensar en que YA FALTA MENOS para los Sanfermines del año que viene…
 
          

      Charly Azanza

    

 

            1) En este preciso instante, falta para Sanfermines… https://www.yafaltamenos.com/