SER PADRE

06.01.2014 13:14

 

              

            Son muchas las formas o definiciones con que se define ser padre en la sociedad de hoy en día. La más clara, concisa, objetiva e indiscutible es, como no podía ser de otra manera, la que nos ofrece como primera opción el diccionario de la RAE: Varón o macho que ha engendrado.
 
            Luego está lo que nos ofrece San Google en su infinita inmensidad y sabiduría, el cual, tecleando estas dos palabras, “ser padre”, las primeras opciones que muestra son “…a los 50”, “…soltero”, “…a los 40”, “…soltero en España”. Este hecho tan aparentemente anecdótico nos enseña que en la paternidad, como en la vida en general, siempre verás a alguien peor que tú –o, en este caso, con mayores preocupaciones–.
 
            Y si ya escribimos en dicho buscador la frase “ser padre es”, como cuarta opción nos aparece “…lo más hermoso”. Ahí lo tienen, una de esas definiciones superlativas, absolutas, plenas –en la línea de “lo más bonito que me ha pasado en la vida”, etc. –, que tanto se oye hoy en día para definir este estado vitalicio que afecta a todo macho o varón que ha engendrado.
 
            Y que ningún lector me malinterprete ­­–en especial una lectora–, que el que escribe estas líneas no desmiente esas frases tan cargadas de lírica y pasión. Pero, así como es muy cierto que la vida es ese conjunto de pequeñas cosas y detalles que te van ocurriendo, la paternidad también es perfectamente descriptible como un conjunto de numerosos pequeños cambios o anécdotas que suceden una vez que engendras. Y así:

 

  • Ser padre es comprobar desde el embarazo de la que va a ser madre, que existen desconciertos mayores que los que sufre un pulpo en un garaje, y es el que padece un padre en una consulta de ginecología o en el edificio de Maternidad: molesta a la ginecóloga con sus preguntas absurdas, a la enfermera entorpeciendo su camino hacia el gotero, a la auxiliar cuando trae la comida, al celador cuando va a trasladar a la encinta a otra sala, a la señora de la limpieza e incluso, al que va a reponer las latas de la máquina, ­­–porque justo es él, el futuro padre, quien está en ese momento echándole monedas de 10 céntimos, “¡Clinch!, ¡Clinch!, ¡Clinch!”, mientras el colegui del Autobar, que tiene que ir a reponer en diez sitios más, le mira con cara de estar pensando “Más vale que seas mejor con los pañales que sacándote un botellín de agua…”, y el apurado futuro engendrador, le devuelve otra mirada que expresa de forma implícita: “Créeme, he pasado 15 años de mi vida sacándome cubatas en bares y discoteques con el doble de personas dentro de las que permitía el aforo máximo legal, y he tardado bastante menos… serán los nervios de padre primerizo”.
 
  • Ser padre es levantarte a las seis y veinte de la mañana para entrar a trabajar a las ocho, viviendo a menos de quince minutos del trabajo.
 
  • Ser padre es sorprenderte haciendo eso que nunca entendiste que lo hiciera tu padre con tanta facilidad: dormirte en el sofá, nada más terminarte la cena, a eso de las diez y media, cuando la película no ha hecho más que empezar. Y hacerlo así, tan naturalmente, dejándote embriagar fundido, rendido, por un sueño profundo, y simplemente apoyando una oreja sobre el hombro del mismo lado.
 
  • Ser padre es sorprenderte, asimismo, al recordarte a tu madre sentándote a las diez de la noche en el sofá cualquier día de la semana y suspirando un sentido, profundo y largo ¡¡Aaaaaaayyyyyyyy!!, en el cual parece que te vas a desinflar hasta desaparecer. Tras volver a inspirar aire para esos pulmones que acabas de vaciar, maldices tu suerte y exclamas en forma de condena esa injusticia que tanto oíste decir a tu engendradora: “No puede ser… la hora que es y es la primera vez que me siento en todo el día”.
 
  • Ser padre es volver a utilizar las villavesas, esas que, desde que te sacaste el carnet de conducir las considerabas sólo aptas para jubilados y menores de edad y creías que jamás volverías a montar en una, a menos que la cantidad de alcohol ingerida te impidiera coger tu coche.
 
  • Ser padre es descubrir, viajando con tu niña en una de éstas, una gran facilidad y soltura a la hora de hablar con alguna pasajera que cargue con algún otro retoño. En efecto, ironías de la vida, aquellas mismas que unos pocos años antes jamás habrían permitido ni que les preguntaras la hora, a día de hoy incluso son ellas las que rompen el hielo con el característico “¿Qué tiempo tiene?”, seguido de un “Gerardito, mira qué nena tan guapa”. Así que tú, desde tu estatus de macho engendrador, te limitas a contestar cortésmente “21 meses” y a reflexionar que pocos años antes, de haber sabido que le iba a llamar Gerardito a su futuro nene, ni te habrías molestado en abordarla por el flanco derecho preguntándole la hora.
 
  • Ser padre es tener la sensación de que cualquier mujer viandante mayor de 45 ó 50 años es, de repente, tu madre, suegra o tía y se permite el lujo de   acercarse y explicarte de qué forma tienes que darle el biberón a tu recién nacida o qué le ocurre cuando llora. Sería interesante hacer una especie de experimento sociológico, y desde tu naturaleza de varón ­­–independientemente, en este caso, de que seas engendrador o no­­–, indicarle a una de estas señoras cómo tienen que proceder mientras aparcan su coche, maniobra va, maniobra viene, aferradas al embrague cual txikitero a su txikito y cronometrar, desde que terminas tus indicaciones, las décimas de segundo que transcurren hasta que la señora en cuestión te catalogue como un machista.  
 
  • Ser padre es esperar en el paso de peatones, antes de poner una rueda de la silleta con tu niña en éste, a que el conductor del coche que se acerca detenga su vehículo completamente… y para estar más seguros, a que lo ponga en punto muerto, eche el freno de mano, apague el motor y se trague la llave. Eso sí, en cuanto salgas a la calle sin tu descendiente al que has de dar lecciones ejemplares de educación vial, volverás a ser ese peatón temerario que cruza los pasos de cebra sin esperar a que el coche se detenga del todo o, inclusive, los señalizados mediante semáforo estando éste en rojo, con un coche llegando a doscientos metros. 
 
  • Ser padre es encontrarse la mañana del 1 de Enero, a eso de las once, viendo el concierto de Año Nuevo mientras piensas que “estos cabrones lo justo estarán yendo ahora a almorzar”. De modo que alivias tu nostalgia de años pasados que nunca volverán, vislumbrando el disfrute gastronómico que te aguarda a pocas horas en la Comida de Año Nuevo. Y sonríes, malévolo, acertando a deducir que “no saben lo que se pierden por haber salido ayer… ¡¡que se jodan!!”. Y es que, el que no se consuela es porque no quiere, pareces ignorar, mientras sigues el ritmo de la Marcha Radetzky1“Parabám - Parabám - Parabám - Pam - Pam…”–, meneando levemente y al unísono la cabeza, el mando de la tele y el pie derecho, que calza la zapatilla de casa que aún te sigue comprando la mujer que te engendró. “¿Quién sabe?, –concluyes iluso– tal vez el año que viene me pueda dar una vueltica y así comenzar el año bailando algo más movido que la Marcha Radetzky”.
 
  • Ser padre es toparte con aquella pamplonuda que, pese a conocida, jamás se paró a hablar contigo, y observar anonadado que se detiene a hacerlo y a hacerle carantoñas a tu nena, explicándote “Pues sí, ya me habían contado éstas que habías sido padre… ¡¡qué bien!!, ¿no?”. Y remata la faena informando de que “Mi prima Marta, sabes quién, ¿no?, también ha tenido un nene y le ha llamado Gerardito…”. Ya sabías tú, que de algo te sonaba la hembra engendradora de la villavesa…
 
  • Ser padre es convertirte en un varón o macho, además de engendrador, práctico, haciendo en un día los recados que antes solías hacer en tres –pese a que la mujer engendradora de la casa enseguida te recordará que te has dejado aún alguno sin hacer–.
 
  • Ser padre es seguir dándolo todo las veces que toca salir de juerga, como si nunca hubieras engendrado y tan sólo fueses un varón o macho a secas.
 
  • Ser padre es sustituir una noche de juerga con tus amigos por un vermut, un frito de pimiento y unas rabas con estos mismos; una buena cena en algún restaurante un Viernes noche con tu novia por una buena cena en casa con tu señora –pizza precocinada Ristorante y una buena cerveza fría, hamburguesa con panceta y queso, acompañado de una buena cerveza fría o huevos fritos con Sanjacobo, pimientos y patatas, regados por una buena cerveza fría–; un fin de semana íntimo-romántico por una tarde-noche de cine, pincho, una buena cerveza fría y a casa; una noche de Juevintxo por un capítulo de la XV temporada de Cuéntame, en el que descubres que han alcanzado tu año de nacimiento, que el pequeño y pícaro Carlitos ya es todo un hombre de 22 años que tiene un bar, que la dulce Karina, amiguita y novieta de la infancia de éste, ya es toda una mujer más que atractiva, y ahora es su amiga con derecho a roce –eso sí, éste roce siempre con amor– y que Toni sigue siendo igual de pedante y repulsivo con 35 años a como lo era con 20.
 
  • Ser padre es sentirte engañado y traicionado con la marca de detergente Wipp Express y su publicidad engañosa tan anunciada hace 25 años, ya que lo de que “El frotar se va a acabar”2 era una gran mentira. Y lo puedes comprobar cada vez que haces una colada con ropa de tu niña, y tienes que frotar previamente restos de comida de sus chaquetas y camisetas, así como restos más desagradables de sus bodies y pantalones.
 
  • Ser padre es descubrir a esos grandes desconocidos, los Sanfermines Matinales, y decir Ir a los Gigantes cuando en realidad quieres decir Echar un vermut y unas rabas –evento sustituto de una gran juerga, como hemos visto antes–.
 
  • Ser padre es convertirte en ginecólogo durante nueve meses contando dichos meses en semanas y hablando de toxoplasmosis, cuello del útero, preclansia, Cariban, contracciones, líquido amniótico, dilatación del cuello, epidural, estreptococo, peso del feto, etc., matando de aburrimiento a tus amigos y compañeros de trabajo que se plantean, cada vez que se interesan por el estado de tu señora, no volver a hacerlo nunca jamás.
 
        Ya lo ve, querido lector macho o varón que se plantea engendrar. Piénseselo bien, porque todas estas cosas y muchas más que seguramente me deje en el tintero, son lo que realmente significa SER PADRE.

 

      

       Charly Azanza

     

 

    Superíndices:

 

  1. La marcha Radetzky, esa gran canción con que año tras año se cierra el concierto de Año Nuevo: 

 

https://www.youtube.com/watch?v=P9A0cWAm70Q

 

  1. El emblemático anuncio de Wipp Express (o mejor dicho, “Vip Expréééééééésss”…) que durante finales de los 80 y principios de los 90 nos engañaron con su repetidísimo lema El frotar se va a acabar. Resulta curioso ver cómo hemos cambiado como sociedad, por lo menos en lo que a fachada se refiere: imagínense ahora un anuncio así, un hombre apremiando a su mujer para que le lave la camisa, porque la necesita para esa noche y ésta, ojerosa y desaliñada suspirando al cielo que está “harta de tanto frotar”… 

 

https://www.youtube.com/watch?v=yXWQEXSN2LQ